21.7.11

El camino del bosque.

Era algo así como una rutina. Cada mañana me levantaba más temprano que todos, hacía el camino largo hasta la escuela; iba por el bosque, sentía la suave brisa, olía la hierba recién cortada por los animales y veía como el sol aparecía. Un simpático ciervo, era mi mejor compañía; las aves despertando, le daban música a mi recorrido y los zorros un poco de suspenso. Había marcado un sendero, que creo que sólo yo recorría.
Las mañanas de inviernos, amanecía cuando llegaba a la escuela, cruzaba el bosque oscuro y tenebroso, sin ningún problema ni apuro. Mi fiel ciervo, siempre estaba acompañándome, llegué a nombrarlo "Hedwig". Como la lechuza de mi libro favorito. 
En verano, el colegio no abría hasta las ocho de la mañana; por esa razón, muchas veces me retrasaba con algún arbusto con forma de flor. Al llegar al pueblo, buscaba "mi" banco en la plaza, dispuesta a leer mi libro.
En el preciso momento en que las personas del pueblo salían rumbo hacia sus trabajos o escuelas, yo cerraba mi libro, lo guardaba en mi bolso y me levantaba para caminar por las calles, sintiendo el aroma de las flores recién cortadas del bello jardín de la señora Helena, escuchando el murmullo de aquellos que se burlaban de mi atuendo y rogando que la escuela apareciera pronto para tener mi clase de historia.
Los domingos me sentaba en el borde de la ventana blanca de mi dormitorio, observando el bosque a lo lejos, extrañando a mi amigo el ciervo. Sólo el saber que a pocas horas estaba de pisar el camino, escuchar las aves cantando y sentir la brisa; se dibujaba una sonrisa en mi rostro...

Nine.

2 comentarios:

  1. Realmente hermoso texto, que me lo iba imaginando mientras leia (: Además hermosa imagen, jaja espero que pases a comentar, un abrazo!

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